El Archivo General de la Nación Jorge Palacios Preciado rinde homenaje al escritor de la memoria
Gabriel García Márquez no solo nos deleitó con su prodigiosa pluma que nos transporta a lugares tan mágicos como el ‘Macondo’ de su creación, sino que también nos convenció de que humildad y grandeza van siempre de la mano, como la simbiosis literaria entre realismo mágico y ficción. Él nos mostró que siempre fue un hombre acostumbrado a romper esquemas, sin apartarse de la sobriedad y la elegancia y así lo ratificó aquel sábado 11 de diciembre de 1982.
Los 22°C bajo cero de la fría Estocolmo vieron cómo el hijo ilustre de Aracataca irrumpía al legendario recinto de la Fundación Alfred Nobel con un liquiliqui blanco, contrastado con zapatos negros, que resplandecía entre los sobrios trajes color oscuro de cientos de invitados especiales. Gabo llegó a la magna ceremonia acompañado con una comitiva de noventa personas, cuando oficialmente podía llevar solo doce. Del numeroso grupo hizo parte un conjunto de música vallenata que ofreció una majestuosa exhibición de lo más Caribe que tenemos: acordeón, caja y guacharaca. Fue toda una parranda, un “Estallido Cultural”. Hasta ese momento nadie había roto con tantos aplausos el rígido protocolo sueco, y aún hoy, nadie ha vuelto a hacerlo, solo Gabo.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.
Para ese día, nuestro Gabo preparó un discurso memorable que, sin proponérselo, se convirtió en otro de sus clásicos: ‘La Soledad de América Latina’, una disquisición intelectualmente tan interesante como los relatos de los cronistas de Indias que lo inspiraron. En un detallado recorrido por cinco siglos de historia, el hijo del telegrafista de Aracataca habló del paisaje del Nuevo Mundo y de sus grandes y dolientes realidades políticas tales como sus extravagantes dictaduras, cinco guerras, diecisiete golpes de Estado y millones de exiliados y desaparecidos.
En su discurso también habló de la humanidad y de la posibilidad científica de su extinción, y hasta de la utopía de que nadie pueda decidir por otros, que hace referencia a las estirpes condenadas a la soledad que con minuciosa profundidad plasmó en su obra culmen, Cien años de soledad.
Luego del acto solemne de premiación la Fundación Alfred Nobel ofreció una cena especial a donde asistieron más de dos mil personas, incluidos los 90 comensales de Gabo. De repente, empezaron a desfilar juntas las banderas de Suecia y Colombia. Las voces de la Negra Grande de Colombia y Totó La Momposina, junto a los juglares Rafael Escalona y Emiliano Zuleta, acompañados por los Congos de Barranquilla, dejaron perplejos a los asistentes con el ‘Estallido Cultural’ que protagonizaron.
Hoy, cuando se conmemoran cuarenta años de aquella memorable fecha en la cual Colombia comenzó a figurar en los referentes de la literatura universal, el Archivo General de la Nación Jorge Palacios Preciado se une a este merecido homenaje.
“Lo peor que le puede suceder a un hombre que no tiene vocación para el éxito literario, o en un continente que no está acostumbrado a tener escritores de éxito, es publicar una novela que se venda como salchichas. Ese es mi caso. Me he negado a convertirme en un espectáculo, detesto la televisión, los congresos literarios, las conferencias y la vida intelectual”, dijo alguna vez el autor de El amor en los tiempos del cólera, Relato de un náufrago y Noticia de un secuestro.
Gracias Gabo por enaltecer la cultura de Colombia y por darnos tanta fortaleza para analizar su memoria, gracias por ser parte importante del Archivo General de la Nación Jorge Palacios Preciado.
¡Gracias Gabo!
Archivo General de la Nación
Equipo de Comunicaciones