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Palabras Presidente Gustavo Petro en la entrega del archivo documental de la Comisión de la Verdad

Queremos compartir el discurso del señor Presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, durante el evento de terminación y entrega de los archivos de la Comisión de la Verdad al AGN.

 

Discurso de Gustavo Petro, actual presidente de la República de Colombia, durante el acto de entrega de los archivos de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición al Archivo General de la Nación, el 26 de mayo de 2023 en la sede del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, Bogotá, D.C.

 

Un saludo especial a las víctimas del conflicto armado y a los familiares que nos acompañan el día de hoy; presidente de la Justicia Especial para la Paz, Roberto Carlos Vidal López; directora general del Archivo General de la Nación Colombia, doctora Ivonne Suárez Pinzón; expresidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, Francisco De Roux Rengifo; liquidador de la Comisión de la Verdad, Mauricio Katz García y su esposa Zelma; señores Embajadores; jefes de misiones diplomáticas acreditadas en Colombia; funcionarios del Gobierno nacional; Magistrados y Consejeros de las Altas Cortes; integrantes del Coro Coroncoro y artistas invitados; Medios de Comunicación y en general a todas y todos los que están presentes aquí.

Habíamos tenido una sesión de entrega del informe, hace ya varios meses; cosas han pasado desde entonces, que bien ameritan alguna reflexión: ¿Por qué tanto desespero porque la verdad no aparezca? Porque procesos de veridicción sobre lo que ha acontecido en la historia contemporánea no aparezcan, ni en el mundo judicial, ni en el mundo académico, ni en el mundo político; ni mucho menos en el mundo económico.

¿Qué liga la verdad con el poder? Así se titula un libro de un filósofo: verdad y poder; el poder tiene la capacidad de manipular la verdad, de construir una verdad que es la que finalmente termina imponiéndose en el tiempo. O la verdad, puede destruir el poder. Y de ahí el desespero. Este no es un tema nuevo, nos parece nuevo a los colombianos porque llevamos unos años luchando por este tipo de objetivos: la verdad, la justicia; aparece realmente y con mucho brillo en la discusión pública a partir de la Ley de Justicia y Paz; del proceso con los paramilitares que inicio el Gobierno de Uribe, del cambio que tuvo la Ley, hecha de una manera por el Congreso, derrotándonos; yo era congresista en esa época, habíamos propuesto algo ahí, un proyecto alternativo que como siempre pues no tenía votos, pero corregida por una Corte Constitucional, por una instancia de la justicia; de alguna manera la justicia ha tenido destellos, lamentablemente no permanentes, en donde la lucha por la verdad aparece como una prioridad; la Corte Constitucional allí obligó en una sentencia que las declaraciones de los paramilitares, los beneficios jurídicos fundamentalmente que iban a recibir, se intercambiasen por la confesión plena de los hechos. Por la verdad, como se definió después.

Y justicia y verdad allí empezaron a interrelacionarse en las discusiones públicas. Discusiones públicas que, a veces no son seguidas por toda la sociedad colombiana. Es más, no son seguidas por la mayoría de la sociedad colombiana. Aquí se vive una tensión y casi en toda América Latina, quizás en mundo, en donde la sociedad reclama soluciones inmediatas a problemas inmediatos. Y las fuerzas en cierta forma progresistas, que tratan de avanzar, lo que plantean son soluciones de largo plazo. Y se produce la ruptura, entre el largo y el corto plazo. Y por eso, temas como este, que tienen que ver con la construcción de la nación colombiana, es decir con el largo plazo, terminan aisladas de la opinión pública, de la sociedad inmediata que tiene otro tipo de problemas; que no ve la articulación entre unos y otros: el hambre, el desempleo, la exclusión permanente, los problemas del día a día, que van apuntando -esa es la paradoja-, en eso ayudan ciertos procesos de poder, a que la misma sociedad no luche por la verdad; abandone y deje aislados a quienes se esfuerzan en este proceso.

Ese tema que hoy vemos, estaba antes en la antigüedad. No quiero un devaneo intelectual, pero quiero mencionarlo porque hace parte de la esencia misma de los conceptos democráticos, de la lucha de la humanidad. No es en la modernidad donde encontramos estas luchas, (sino) en todas las fases de la historia humana.

Precisamente, hay un libro de un filósofo, el mismo de Verdad y Poder, que habla del coraje de la verdad. Son unas conferencias que alguien grabó en casetes y después reprodujo alguna editorial y nos quedó el libro: El Coraje de la verdad; ese era un término que se conocía bien en una sociedad, la griega y que le había puesto un nombre: parresía. Era Sócrates, más o menos quien podía concentrar, pero no era el único, esta idea de la parresía; la parresía era una práctica, una práctica de algún hombre. En Grecia, las mujeres eran esclavizadas, que se oponían al tirano. Y se oponía con la verdad. Es decir, un concepto muy interesante: que la verdad iba contra el tirano, es decir, contra el poder y que solo podían pasar dos cosas, esa es la conclusión del libro: el que ejercía la parresía, tenía que irse o moría. Y eso implicaba el coraje porque esa era una opción para el que lucha por la verdad: irse -el ostracismo llamaban ellos- o morirse. O transformar al tirano, es decir, transformar el poder.

Y esa visión clásica, ya analizada por el filósofo francés, de Sócrates y de la parresía griega, hoy podríamos leerla, pero en nuestra historia. Muy lejos, ya 2000 años quizás más. Y en otro sitio y en otro tipo de cultura porque la nuestra no es propiamente la occidental, aunque hace parte de nosotros.

Volvemos a repetir la historia, quizá se repita en todas las sociedades y en todos los tiempos: la lucha entre la verdad y el poder; entre el tener el coraje de decir la verdad y el esfuerzo del tirano para que no aparezca. Y creo que es lo que estamos viviendo en estos días, el desespero a la verdad en Colombia, que usa el poder; usa el poder militar, usa el poder económico, usa el poder político. Usa el poder de la justicia, incluso, que logra cooptar para el silencio.

Y sobre este último punto me gustaría reflexionar algo, porque ahora se me critica que sea jefe de Estado, entonces no puedo hablar de la justicia, pero yo creo que hay que hablar de la justicia porque tiene que ver con la verdad. Verdad y justicia, como sabemos, ya en las consignas está ligada.

¿Por qué no ha aparecido la verdad judicial en Colombia? Porque solo algunos escritores, algún que otro periodista, algún representante parlamentario en algún debate; hechos aislados que han mostrado los hechos dantescos de la historia contemporánea de Colombia. ¿Por qué eso no ha sido una verdad judicial? Porque hasta que no hay un proceso de paz, hasta que no hay unos acuerdos con quienes combaten, hasta que aparecen del lado del Estado unos compromisos que tratan de evadir, es decir, no cumplir el acuerdo. ¿Por qué hasta esos momentos es que empiezan a aparecer unas gotas de esa verdad judicial?

La lucha entre la verdad y el poder tiene que ver con la justicia, porque la otra cara de la verdad es la impunidad, que es una palabra que poco se usa pero que sabemos que existe. No hay verdad judicial porque hay impunidad.

Y muchas veces, en el relato periodístico sobre la impunidad, aparece como si fuera una incompetencia del Estado, una ineficacia, una ineficiencia de jueces; a veces se habla de que son pocos jueces, cosa que es cierta, de que el presupuesto, etcétera, etcétera. Pero yo creo que en este tema, estamos es ante otro problema, que evadimos: se ha construido premeditadamente un sistema de impunidad, lo ha hecho el poder para cubrirse. Hace parte de este tema de la parresía; el tirano se ha cubierto con la justicia; métodos concretos de cómo se hace, pues aparecen: el clientelismo, el pago de favores, el nombramiento de familiares, etcétera. Pero también otros métodos, peores: el asesinato de fiscales, de jueces, por doquier, la lista es interminable; debe estar un capítulo en estos archivos que hoy se entregan; el terror sobre la justicia, el que el coraje ya no pueda aparecer precisamente sino que quede una cobardía, legítima desde el punto de vista humano, que termina siendo funcional al sistema premeditado de construcción de la impunidad.

Este fue mi primer debate, sobre el paramilitarismo, fue por azar que lo encontré, porque trataba de descubrir por qué en una llamada de un Fiscal General se le había pedido al jefe del paramilitarismo, Carlos Castaño, que me matara. Las revistas dijeron que yo estaba cañando, que eso era una mentira; hoy, hace parte de la verdad confesada.

Pero analizar el tema es lo que vale la pena: ¿por qué la cúpula de la Fiscalía estaba supeditada al comando general de las AUC? Al punto que se pasaban listas, que salían de los expedientes investigativos públicos, públicos en el sentido de que eran de un poder público a los jefes paramilitares para que fueran asesinadas las personas, que es lo que hubo ahí porque la Fiscalía es parte de la justicia ¿Qué pasó? ¿Había una cooptación criminal de la justicia? Algo parecido hay o hubo en unas sociedades, cooptación de la justicia para proteger el criminal.

Pero en Colombia tiene una especificidad, no es simplemente un asunto de dinero o de sobornos, como la mafia italiana en el sur lograba y a pesar de eso terminó asesinando jueces. No. Era un asunto del poder, no era el soborno era el poder; es que quien era el criminal era el que ejercía el poder. No era alguien en la base de la sociedad, en las oscuridades, en el subterráneo llaman; no era en las alcantarillas, no, era en los palacios, era en los espacios del poder.

Es que lo que se quiere ocultar, es que desde el Estado se ordenó el genocidio del pueblo colombiano. Que eso ya había ocurrido antes, por ejemplo, en los años cincuenta, que también hubo una comisión de la verdad integrada por religiosos, jesuitas creo que también, no me acuerdo bien; ahí estuvo Orlando Fals Borda ayudándonos en la construcción de la primera sociología colombiana, escudriñando por qué nos matábamos unos y a otros,                    quedan dos libros; no se si los archivos con que se hicieron esos libros están guardados; no sé, esa es una pregunta que me gustaría que me contestaran algún día; pero los libros están, los dos tomos, es un esfuerzo de verdad. Y si leemos los dos tomos, yo lo hice de adolescente, pues nos sentimos como si estuviéramos en la Colombia de hoy, como si no hubiera pasado nada. Los mismos hechos, las mismas barbaries, las mismas masacres, indudablemente han cambiado cosas como los motivos, los porqués, pero allí encontramos un hecho que es fundamental en el desarrollo de esa violencia, que es que desde el Estado se ordenaba el asesinato, igual que hoy. Y eso es lo que se ha querido ocultar, que nos han gobernado criminales. Ya me imagino las consecuencias de esta palabra.

Hay un ejercicio, una técnica en el relato periodístico que es fiscalizar el tono; entonces, si el Presidente dice nos han gobernado criminales, el debate no es si sobre qué criminales nos han gobernado sino por qué el Presidente dijo que nos han gobernado criminales; es una técnica mediática, se llama fiscalización del tono, que evade la discusión; que coloca como centro de discusión el que lo denuncia, que es exactamente lo que pasaba en los tiempos griegos, donde el de la parresía terminaba siendo criminalizado, él por decir la verdad,  porque el tirano no quería que esa verdad apareciera como el centro de la discusión pública. Y el método ayudaba a desviar el objetivo; le pasa a los feministas todos los días, cuando denuncian una violación, la fiscalización del tono evade la responsabilidad y termina siendo la víctima la criminal, eso sucede en la justicia todos los días.

Aquí, también se fiscaliza el tono; acaba de hacer una confesión Mancuso, en mi opinión histórica; ah, es que está diciendo mentiras, aparece en los Medios, es que no hay pruebas; cada masacre es contrarrestada, no hay sino que abrir los periódicos de la época y se descubre que es cierto; un hombre que sus beneficios jurídicos dependen de la verdad ante la justicia, no la arriesga tan fácilmente; existen sí, existen los que se silencian, los que se burlan, pero en general si su existencia depende de decir la verdad, es altamente probable que diga la verdad.   

Eso que confesó Mancuso, debería haber provocado que millones de personas estuvieran en las calles. Y no, ni una. Confesó que secciones del Estado ordenaban el asesinato, protegían a los criminales, que indudablemente existía un sistema de protección judicial al gran crimen, porque viene del gran poder; nombró a las personas, le puso nombres propios, pero millones de personas no salieron a la calle; millones de personas no sintieron sensibilidad ante el hecho de que han sido gobernados por grandes criminales. Y no me refiero a todos los presidentes porque sabemos que no es así; ni me refiero siquiera a presidentes, es que ha habido ministros, es que ha habido magistrados, es que ha habido militares y generales y coroneles; es que ha habido grandes empresarios, etcétera, que han construido el genocidio, desde el poder. Y que lo han ocultado y que para ocultarlo han construido, esto que yo llamo, el sistema predeterminado de impunidad en Colombia.

No salió la gente. ¿Por qué? Porque la sociedad civil ha sido insensibilizada a la verdad, porque no cree, no cree en nadie; porque esa ha sido otra forma técnica del relato mediático para que la sociedad pueda seguir siendo gobernada por el crimen; porque el crimen además tiene un propósito: no es que hayan querido matar al pueblo por matarlo sino para aterrorizarlo de tal manera que deje robar el Estado; la otra cara del genocidio es el negocio, es para eso que se ha hecho; es para que los derechos de la gente, los servicios públicos, etcétera, de los que habla la Constitución sean para hacer negocios y punto. Y ahí han acumulado unas fortunas que nos han conducido a ser uno de los países más desiguales del mundo; una sociedad puede convertirse en una tamaña desigualdad que nos asimila a   Sudáfrica. Sí, pero a partir del terror; en Sudáfrica usaban el Apartheid, la muerte contra los negros y las negras, aquí también; contra el pueblo contra los humildes, incluso también tiene rasgos raciales, étnicos más que raciales, aquí también.

Ahora, qué hacer, porque la comisión de la verdad ha terminado su informe, seguro que incompleto, seguro que hay más y más historia. Puede suceder lo mismo que con los famosos libros de la violencia en Colombia del cura Guzmán y de Fals Borda, que algún adolescente por allá dentro de 50 años lo lea, sin que pase nada en la realidad del poder en Colombia. ¿o será que esta vez, como pasaba en el libro del filósofo, la verdad puede destruir el poder? ¿será posible, que la verdad pueda ayudarnos a construir ese mundo de la reconciliación, el perdón y la democracia de que hablamos?

Mencionar la palabra perdón, se me volvió un tremendo problema, porque pensaron que estábamos entregados al narcotráfico; entregados al narcotráfico está el poder en Colombia hace décadas, es parte del negocio que está al otro lado del genocidio. Pues apostémosle, va a depender de la sociedad colombiana, porque entre la lucha que se establece entre el parresía y el tirano, al final hay un veredicto: o es el tirano o es el parresía. Y ese veredicto hoy está es en manos de la sociedad colombiana con sus problemas inmediatos y todo. ¿Va a decidirlo?

La sociedad guatemalteca quiere elegir a la hija del dictador Ríos Montt, ahora; lo hemos visto; como si tuviera que devolverse la historia para repetir el genocidio, ahí me meto en política de otro país. Estamos viendo qué pasa con la constitución chilena; los pueblos se devuelven, la historia no se repite exactamente, se vuelve -ya lo decía alguien- de tragedia en comedia, pero se puede volver comedia. La sociedad colombiana también puede retroceder, algo de miedo frente al cambio, lo que provoca esta verdad, lo que hace que millones de personas no salgan después de escuchar la confesión de Mancuso. Claro que puede ocurrir, pero hay que hacer el intento. Y el intento hoy se llama, en mi opinión, acabar con la impunidad.

Se ha hecho una propuesta, desde hace años, no la hice yo, la han hecho las fuerzas mismas de la sociedad que tratan de establecer la paz, una reconciliación, un camino pacífico, un camino pacífico; que es la justicia transicional, que es reducir penas a cambio de verdad; que es dialogar, que es hablar. Y además, en  palabras mías un pacto social; ese es un ofrecimiento generoso para un camino que permita cambiar de fase, -cambiar, la palabra mágica-, no mantener la fase en la que estamos porque entonces es la burla; ahí hay una diferencia, es cambiar de fase, dejar esto que hemos vivido en la historia sin olvidar, pero poder establecer las bases de una sociedad y un poder político democrático, una era de paz le llamaba yo. ¿por qué no? A través del pacto, incluso con los criminales; ese es un camino que están ustedes y nosotros explorando desde hace años; pero hay otra realidad y es que ante esa propuesta, se responde con la burla; el General que sale en manifestación insultando a la JEP de la cual depende su libertad; el empresario que cree que puede, teniendo Medios de Comunicación, ocultar la verdad, habiendo estado inmiscuido en el genocidio en Colombia; el político que lo puede hacer a través del Congreso o del Gobierno, influenciando la justicia, atemorizándola, chuzándola, persiguiéndola, asustándola para que no opere; la forma de escoger las cúpulas de la justicia, indudablemente, en donde un jefe de Estado puede incidir; o un poderoso empresario económico o militar puede incidir para que no vayan a ser instrumentos de lucha contra la impunidad.

Pero, nosotros podemos proponer que no haya burla, que haya un pacto. O puede haber un tercer camino, quedó insinuado. Porque si lo que va a haber es burla, congresistas que aplauden el acuerdo de paz con la FARC y después se ponen al lado de los terratenientes para hundir los artículos que permiten que la tierra pueda pasar al campesinado colombiano. Y se visten de congresistas, pero en el fondo se juntan a lo que ha provocado buena parte de la violencia en las últimas décadas: ¡burla! Y entonces, escribieron en el acuerdo 3 millones de hectáreas y van 10.000 y ya se acaba el tiempo, pues se burlaron; engañaron a los guerrilleros para que dejaran las armas y después no cumplieron lo que habían pactado, eso es una burla.

No puede haber un acuerdo de paz en Colombia con un grupo de estos, si no es para cumplirlos, si no lo que se crea es más violencia, aparecen 20 grupos más al otro año, eso se llama burla; o esconder los archivos judiciales, modificar las declaraciones; no permitir que los que saben declaren porque saben del peligro de esas declaraciones; proteger a los criminales sin capturarlos, escondiendo los procesos judiciales; a mí me tocó rehacerlos en mi trabajo de parlamentario, yo me acuerdo de ese trabajo; no era sino juntar, me había dicho el padre Giraldo; júntelos y encontrará la verdad; luego, el haberlos separado era la forma de crear la impunidad y era premeditado; separarlos, descuartizarlos para que no hubiera más de un testigo. Y si solo había uno, después se asesinaba al testigo y no había condena al criminal; solo había que juntarlos, sistematizar los hechos del genocidio porque un genocidio es sistemático no es individual, etcétera, eso es la burla, es la burla.

Esperar que pase la Comisión, que esos libros queden en el archivo, efectivamente archivados, que la verdad quede encarcelada, que la verdad quede olvidada como si no hubiera pasado nada, que no se transforme en acción política que transforma el poder; para eso están a la espera, eso se llama la burla; lo que sigue después es lo mismo que siguió después de la violencia de los años cincuenta, otra violencia peor, podemos seguir así.

Conmemoré 72 años del comando general de las fuerzas militares, que se creó hace 72 años, hice la cuenta; ¿qué año era hace 72, 1952? ¿En qué estábamos en 1952?, en un tierrero, o sea que esa instancia ha existido sin un año de paz. ¿yo no tengo 72 años?, es decir, que toda la existencia no ha tenido un año de paz. Y así podríamos contar 72 años hacia adelante ya cuando ninguno de nosotros estemos. Y qué tal otro presidente o presidenta diciendo llevamos 144 años del comando general de las fuerzas militares y no ha habido un año de paz.

Una Nación así no sirve, no se puede construir, se autodestruye, eso no es un proyecto nacional, es un proyecto de suicidio colectivo en el país de la belleza, paradójicamente, donde se derrama la sangre de manera permanente, no puede ser. Luego, si lo que está en ejercicio actualmente, sin la voluntad del Presidente de la República, es la burla, la burla a la verdad. Y si ya no, esta propuesta de reconciliación, de justicia transicional, de diálogos no va, porque se han burlado de ella, ¿entonces qué hacemos? Yo sí creo que entonces la justicia tiene que ser, la justicia tiene que ser. Y esa justicia, quizá ya no sea la nacional porque no pudo o no quiso, porque el coraje no apareció en el momento histórico necesario, que yo quiero que aparezca.

Yo quiero que cada instancia de la justicia en Colombia, de las que más tienen que ver con este asunto y las que menos, logren el coraje; tienen el apoyo del Presidente de la República; estoy convencido del pueblo de Colombia para que no haya más impunidad, para que cese la impunidad, la gran impunidad, pero sí no, el jefe del Estado va a usar los mecanismos de la Corte Penal Internacional. Porque hay que cerrar esta fase, esta fase tiene una propuesta de reconciliación pero ha tenido burlas.

Y la historia de Colombia no es para burlarse. Los millones de desplazados, de desaparecidos, de muertos, de exiliados, que la cifra es por millones; un millón de muertos dependiendo desde qué fecha se cuente, no es para burlarse, no nos perdonarían las generaciones futuras; esto no es de lo inmediato, quizás en lo inmediato pues no haya ni oposición o que uno deje que el sistema de impunidad continúe, pero esto sí es del largo plazo, esto es de la construcción de la Nación, esto es de si tenemos un futuro o no; de si vamos a ser una Nación entre los pueblos de la tierra o no; si decidimos suicidarnos en el país de la belleza.

Y como es de largo plazo, seremos recordados por lo que hagamos ahora. Y ahora, no podemos permitir la burla, ante una propuesta de reconciliación. Entonces, ojalá que el Señor Presidente de la Jurisdicción Especial para la Paz-JEP, que hemos apoyado esa institución que la han querido acabar casi todos los años desde que apareció, precisamente por el miedo a la verdad. Pero sí me gustaría que Usted fuera nuestro vocero, con el debido respeto de la independencia de poderes para este mensaje al corazón de la justicia; el tiempo de la burla terminó, no es culpa de la justicia, sabemos qué ha pasado, cuántas persecuciones ha tenido, pero sí es el cuento del poder real en Colombia.

El tiempo de la burla, terminó. O es la verdad y la reconciliación y la justicia y pasamos a una Nación donde podamos vivir todas y todos o nos tocó acudir al último de los caminos, que es la Justicia Penal Internacional para juzgar un crimen contra la humanidad, de los peores cometidos en la historia contemporánea de la humanidad y que ha tenido como pugna y desarrollo, nuestro propio país. Y por tanto, tiene que haber justicia. 

Y sobre esa justicia, se podrá construir una Nación, quizá ya no con nosotros como protagonistas, los tiempos pasan, pero sí esta juventud que canta aquí; la niñez que existe en este momento tiene todo el derecho de poder construir una Nación que valga la pena y vivir en ella. Y gozarse el país de la belleza, tienen todo el derecho. Y nosotros tenemos que hacer el esfuerzo de propiciarlo. Gracias por haberme escuchado, padre muy amable por su esfuerzo; a todos, gracias.

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